La Costa del Sol no sólo es un reclamo turístico y cultural en el tiempo presente. Hace cinco décadas, en los locos años 60 del pasado siglo, la zona comprendida entre Torremolinos y Marbella se erigió como punta del iceberg de la modernidad y además, lo hizo como un oasis durante el régimen franquista, que, de uno u otro modo, dio su brazo a torcer y permitió licencias impensables en otros puntos de España.
La imagen cómica del ‘homo ibérico’ en permanente estado de turbación frente a las mujeres nórdicas, representada por José Luis López Vázquez, es una iconografía adecentada para el visionado general que nada tiene que ver con la espectacular eclosión cultural vivida, en primer lugar, en Torremolinos y posteriormente irradiada hacia Marbella.
La proliferación de hoteles a lo largo de la Costa del Sol durante los años 60 tuvo un impacto económico innegable y supuso el arranque del motor de un gran negocio. Estos establecimientos, además, se preocuparon en complementar su oferta con actuaciones musicales. Mientras los hoteles aumentaban en número, las salas de fiesta junto al mar hacían lo propio, otorgando a la costa malagueña un crisol multicolor que nada tenía que envidiar al de Ibiza o la zona litoral catalana.
La mayoría de conjuntos locales se prodigaban en la escena, actuando regularmente. Pero el elemento distintivo con respecto a cualquier otra localidad fue la fusión con los visitantes en el contexto de una época de apertura al amor y la experimentación. De este modo, los jóvenes ‘hippies’, producto del ‘baby boom’ de los 50, de familias acomodadas, se desplazaban sin remilgos a lugares emblemáticos como Torremolinos. De igual forma, muchas bandas inglesas, atraídas por el ambiente nocturno y musical malagueño, se prodigaron con actuaciones envolventes entre 1967 y 1970.
En Torremolinos, la gran discoteca aquellos años fue Barbarela, que tomó su nombre de una película de Ciencia Ficción de alto contenido erótico protagonizada por Jane Fonda. Tal fue el éxito del local, que el vocabulario popular llamó al centro de salud “San José Obrero” de la capital del mismo modo, debido a su forma parecida a la del local costero. Así que muchos malagueños siguen identificando el hecho de ir al médico con Barbarela y, por ende, Jane Fonda y sus atrevidas vestimentas intergalácticas llegaron a Málaga para quedarse.
Por Barbarela desfilaron conjutos de la talla de Jullie Driscoll, con Brian Auger and The Trinity, Timebox y Wilson Pickett y el mismísimo James Brown. A rebufo de aquellos acontencimientos, los conjuntos locales se empaparon de influencias y dos de ellos, Los Gritos y Los Iberos, tuvieron cierta repercusión comercial, llegando a aparecer en películas de intrascendente encanto cañí.
Papagayo, El Mañana, Pipers y Tiffany’s fueron igualmente salas punteras. Al igual que los hoteles: Pontinental, Flamingo o Pez Espada forman parte de una lista interminable de lugares de solera y con enjundia cultural.
En Marbella, el Club Pinomar, Puente Romano, Don Carlos, Las Chapas, Artola, Los Monteros, El Fuerte, Skol o El Rodeo fueron hoteles que acogieron a muchas de estos conjuntos de ‘música moderna’. Durante los 60, La Pagoda, situado en la urbanización Casablanca, fue el local de referencia y por su escenario desfilaron todo tipo artistas, desde ‘melenudos’ hasta cantantes más edulcorados como Charles Aznavour. En el inicio de la década de los 70, Jaime de Mora inauguró Kiss, con actuaciones punteras como reclamo. Impregnada de modernidad, la ciudad vio nacer poco después el ‘night club” Pata-Pata. Con el impulso de D. Jaime de Mora y Aragón y otras personalidades de la época, Marbella se contagió del fulgor de Torremolinos con un carácter algo peculiar y diferenciador y se ganó un renombre internacional que junto a la mencionada Torremolinos asociaba estas ciudades con la diversión, la música en directo, la contracultura luminosa y el despertar al amor en un sistema que fomentaba la represión. Con hippies paseando entre casas castizas pintadas de blanco, malagueños asombrados y finalmente acostumbrados a esta imagen, el mestizaje psicodélico tuvo años irrepetibles.
Toda esta historia ha hecho de Marbella hoy una ciudad privilegiada, cosmopolita y llena de vida, puntal del turismo en Andalucía y referencia de sol, playa y fiesta durante años, hoy ampliada por la inquietud cultura, la belleza del patrimonio Andaluz y la fantástica gastronomía de reputación creciente en el mundo, para sorpresa y deleite de quienes nos visitan, motivo por el cual muchos deciden quedarse con nosotros y vivir en esta maravillosa y amable ciudad.
Por Massimo Filippa